viernes, 6 de febrero de 2009

Nuevas terapias contra blancos moleculares

Una consecuencia lógica de los importantes avances en la comprensión de los mecanismos genéticos y moleculares del cáncer es el descubrimiento de nuevos blancos terapéuticos. Básicamente, todo nuevo mecanismo molecular podría ser potencialmente atacado por un fármaco adecuado... que habrá que descubrir y/o sintetizar y luego desarrollar mediante la secuencia de ensayos clínicos.

Las nuevas terapias han traído una revolución en el pensamiento médico, pero lo más perceptible es que han impuesto precios de tratamiento elevadísimos (decenas de miles de pesos - o dólares - por mes, en tratamientos prolongados), que los ubican mucho más allá del alcance de la enorme mayoría de los pacientes. En otras palabras: al decidir el precio, los laboratorios farmacéuticos tenían "in mente" a sistemas de financiación económicamente poderosos (públicos o privados). El paciente resulta así un mero intermediario en un formidable juego de oferta y demanda. El paciente pasa a ser la excusa, el motivo para la transacción y el desembolso.

¿Y qué hay desde la óptica de los pacientes? Las grandes preguntas siguen siendo: "¿podré curarme con este tratamiento?", "¿podré vivir más años en buenas y dignas condiciones de salud?", o al menos "¿podré mantener buenas y dignas condiciones de salud por un tiempo?".
Se plantea aquí un importante problema: al momento de ser aprobados para su comercialización, la gran mayoría de las nuevas terapias no han brindado respuesta sólida, basada en ciencia, a casi ninguna de estos interrogantes. Surge por tanto la pregunta: ¿se justifican los elevados precios?

Garantizar la accesibilidad de las nuevas (y viejas) terapias médicamente adecuadas es un imperativo de la Salud Pública, y una necesidad ética. ¿Cómo lograrlo?

Un punto de partida es basarse en la evidencia clínica - los resultados de ensayos clínicos controlados, de alta calidad - para identificar qué fármacos son útiles en qué situación (indicación). Pero la pregunta no puede responderse adecuadamente con un sí o un no. La eficacia clínica, evaluada en ensayos controlados, es un término comparativo. De allí la importancia de asegurarnos que el comparador o tratamiento de referencia sea adecuado (lo que indique el "estado del arte"), y sea bien administrado. De otro modo, tendría poco valor que una nueva terapia superara al tratamiento estándar. Necesitamos asegurarnos que la nueva terapia "ganó limpiamente" y por cuánto, es decir, en qué proporción (término relativo). Pero esos términos relativos son poco útiles para los pacientes: ¿de qué sirve decir que "con este nuevo tratamiento, Ud tiene una probabilidad 23% mayor de vivir un año"?. Por lo tanto, necesitamos que la ventaja relativa sea acompañada de una ventaja absoluta razonable, médicamente relevante - no solamente "estadísticamente significativa". Se han aprobado fármacos que se asociaron con una sobrevida mediana de 5.1 meses, en comparación con un estándar que daba "solamente" 4.9 meses - es decir, hablamos de una diferencia irrelevante (fuese o no significativa estadísticamente).

Entonces, una de las responsabilidades médicas es poder responder al paciente (si éste lo pregunta y desea saber la respuesta) qué expectativas tiene respecto de sus preguntas críticas (sobrevida, sobrevida de buena calidad, calidad solamente). Al menos, los oncólogos debemos tener en claro cuál es la performance esperada de las terapias que indicamos, en cada uno de estos ítems.

El otro componente importante es la seguridad. Muchas terapias nuevas son menos tóxicas que la quimioterapia, y eso es ya un progreso. Pero presentan amenazas: efectos adversos raros o excepcionales, con la potencialidad de gravísimas consecuencias, incapacidad y/o muerte. Raro, pero devastador. Y no siempre sabemos qué hacer para reducir esos riesgos. Sólo el tiempo brindará una perspectiva más clara, ya que a la aprobación, la información sobre efectos adversos raros es mínima o inexistente.

Finalmente, el tema de la financiación de las terapias "de alto costo" reclama un urgente sinceramiento de todos los actores involucrados: que los médicos utilicemos nuestro poder de decisión (al indicar un tratamiento) con responsabilidad, es decir, prescribiendo con base en la evidencia publicada en ensayos controlados de buena calidad, ateniéndonos a las indicaciones aprobadas (hay circunstancias extenuantes, pero deberían ser muy pocas y justificables) y sobre todo, poniendo en marcha las medidas protectoras adecuadas, establecidas en el "estado del arte". Este punto es un gran desafío para la comunidad de especialistas en Oncología clínica, y hay mucha tarea por realizar - y no solamente educacional.
Por otra parte, ante una prescripción de una terapia costosa, el paciente no puede ser "el fusible", el eslabón más débil de la cadena. El paciente se juega la vida. Los sistemas financiadores públicos y privados deben hacerse responsables de entregar los medicamentos en tiempo y forma. Tienen todo el derecho de exigir que la prescripción sea racional y basada en evidencia, pero una vez documentado este punto, son inexcusables las presiones debidas solamente al costo. No tengo conocimiento de juicios en que una prepaga u obra social haya sido condenada por retrasar la entrega de una terapia correctamente indicada. Quizás los colegas lectores puedan ilustrarme o corregirme al respecto. Deben hacerse responsables si actúan mal o de mala fe. Del mismo modo lo seremos nosotros.
Hasta aquí, toda la presión se ejerce sobre el sector del circuito que representa "la demanda" (de medicamentos y servicios) en términos económicos. ¿Y la "oferta"? La oferta está constituida por laboratorios, droguerías y farmacias. ¿Es completamente inocente que los precios sean tan elevados - bastante más elevados que los ya altos precios en los países de origen?

Queda planteado el problema. Los colegas lectores tienen la palabra.
Cordialmente,
Dr. Pedro Politi

2 comentarios:

  1. Pedro, me deja pesando tu comentario...tengo que reconocer que después de trabajar mas de un año en auditoria de medicamentos oncológicos, me di cuenta que muchas veces es difícil basarse en la evidencia.
    Vos sabrás mejor que yo, que mas de una vez, buscando la mejor opción terapéutica para un paciente nos encontramos con cosas como; estudios contra placebo en segunda línea de cáncer de pulmón!,otros versus esquemas administrados en formas subóptimas, estudios abiertos donde los participantes tienen muchos intereses en que los resultados sean positivos, estudios donde solo se publican parcialmente los resultados, mayor mortalidad (aunque mayor sobrevida libre de enfermedad!) en el medicamento que se concluye como una buena alternativa...en fin, cientos de irregularidades, que lo dejan a uno mas perdido, que antes de leer, a la hora de decidir.
    Lamentablemente creo que los resultados no estuvieron a la altura de lo que esperábamos y mucho menos de los precios que pretenden cobrar por el dudoso beneficio que aportan la mayoría de los nuevos fármacos.
    Sin duda, no merecen la inversión de los millones que pretenden, en un país donde hay gente que no tiene agua potable...y mucho menos razonable me parece que solo accedan a ellos los que pueden pagarlos…
    Pero...estudios serios y precios razonables es mucho pedir, no?
    Una utopia total.

    Un abrazo! Andrea P.

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  2. Estimada Andrea:
    Compartimos la preocupación por la limitada información científica sólida disponible (lo cual reduce el marco de la "evidencia" que desearíamos guiara nuestras decisiones) y los exorbitantes precios, que efectivamente funcionan como un factor de exclusión y denegación de cobertura.

    Es duro, pero debemos reconocer que hasta el momento, los logros valiosos de las nuevas terapias se han dado solamente en situaciones puntuales (por ejemplo, LMC, neoplasias gastrointestinales GIST irresecables o metastásicas)y en menor grado, en cáncer colo-rectal metastásico, donde la sobrevida mediana hoy en día se ha duplicado, y la tasa de resecciones hepáticas "R0" (es decir, que no dejan residuo tumoral) ha aumentado. Pero fuera de esas situaciones (cuyo valor debe reconocerse), la cosecha es todavía muy magra.
    Un optimista diría que todavía falta ver lo más interesante, y esperemos que así sea. En la perspectiva de hoy, lamentablemente, nos quedamos con las ganas.

    Tu comentario me da oportunidad de clarificar que si bien la "evidencia" cubre una modesta parte de la práctica oncológica actual, como muy bien señalás, deberíamos al menos tener en cuenta la evidencia para manejar los temas que efectivamente fueron saldados por ésta. Por ejemplo, sabemos que el agregado de bevacizumab a la combinación paclitaxel/ platino en cáncer pulmonar metastásico mejora la sobrevida en forma médicamente irrelevante (días). Del mismo modo, la ausencia del "blanco molecular" c-kit hace inefectiva la terapia con imatinib en GIST, la presencia de mutaciones críticas de la enzima metabolizadora, UGT 1 A 1, predice alto riesgo de neutropenia en pacientes que reciben irinotecan, y recientemente, la presencia de mutaciones en el oncogen K.ras predice falta de eficacia de cetuximab. Finalmente, la idea de "combinar, combinar" dos anticuerpos monoclonales no resultó: el agregado de cetuximab + bevacizumab + quimioterapia en cáncer de colon fue contraproducente, y lesivo para los pacientes (menor eficacia, más rápida progresión). Por eso es importante no "redescubrir la rueda", y aprender de éxitos y fracasos ajenos.

    Lograr cada una de estas afirmaciones costó muchísimo, y lo menos que podemos hacer es tenerlas en cuenta. Para el resto, para lo no cubierto por evidencia "clara y distinta", por usar una expresión cartesiana... para eso está el sentido común.

    Lamentablemente, no todos los sistemas financiadores de salud lo tienen, o si lo tienen, no lo emplean a menudo.

    Un cordial saludo, Andrea, gracias por tu valioso aporte, y lo mejor para vos.
    Pedro

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