Mañana, tarde y noche, ellas (mayormente, ellas) están. Cuando el dolor es severo. Cuando las luces de los pasillos son menos intensas. En esas horas de la madrugada en que todo parece quebrarse. Y durante la rutina diaria. No rehusan las tareas que a nosotros los médicos nos causarían reparos. Están ahí, en las buenas y en las malas. Abrazan a un paciente. Se consustancian con el sufrimiento y las alegrías de los otros. Y casi siempre, sonríen.
Se esforzaron largos años para obtener su título. Se capacitaron en una especialización dura, demandante. Miran la muerte a los ojos todos los días. Y vuelven a su casa.
Les debemos la columna vertebral del sostén de nuestros pacientes, los modales delicados, la habilidad de insertar una aguja o un catéter donde nadie más podría. No siempre sus saberes y capacidades van acompañadas de un reconocimiento institucional y económico (salario, condiciones de trabajo) acordes. Ellas persisten. Tienen una alta misión.
Son "las perlas del Servicio de Oncología".
Para ellas, con admiración, respeto y cariño, un cálido saludo.
Dr. Pedro Politi
Nuevo podcast de psicofarmacología (en inglés)
Hace 7 años