La publicidad masiva apela a emociones básicas de la población general. Ocasionalmente, reclutan algún profesional (frecuentemente, no-especialista en el tema, o ya alejado de la práctica clínica, o quizás, que nunca se ocupó de la asistencia de pacientes y pasó su vida en un laboratorio) para que exalte las virtudes de la nueva panacea. Nunca se habla de efectos adversos ni de riesgos. Y a estar con la publicidad, pareciera que ... nadie que lo consume muere jamás.
Quienes arman este negocio "pescan" en la angustia y desesperación de mucha gente que desea ayudar a un ser querido. "La verdad os hará libres", decía San Pablo. La verdad es que así no ayudamos a quien está enfermo: le ofrecemos un escape, una negación, una ilusión, y mayormente, un engaño.
¿Que no creemos en la terapia estándar? Veamos... ¿de qué situación estamos hablando, exactamente? ¿Hubo una consulta de segunda opinión con otro especialista? En ocasiones, el entorno familiar y los amigos se desesperan... y el paciente está respondiendo muy bien al tratamiento indicado por su médico. En muchos casos, lo que la Medicina de hoy tiene para ofrecer se ve limitado. ¿Será éste un motivo para saltar al vacío? Honrar la vida, preservarla y cuidarla requiere mucho trabajo. ¿Estamos dispuestos a esforzarnos en el mundo real, con las estrategias reales? Algunos prefieren soñar y negar; será su libre elección.
Quien quiera examinar críticamente la situación, ponderar sus posibilidades, valorar pros y contra, y decidir una conducta con la guía y apoyo de su médico, elige no adormecerse sino luchar. Con la cabeza y el corazón.
Cordialmente,
Dr. Pedro Politi